miércoles, 19 de abril de 2017

UN DÍA EN PARÍS



  1.                                          UN DÍA EN PARÍS


         El Paloma Azul llegó a las ocho de la mañana a París,  a  pesar  de viajar en coche cama, me sentía excitada y  apenas dormí.


 Abandoné   la  estación del norte con el  plano y mi bandolera en la mano,   me encaminé directamente a mi objetivo,” contemplar    L ílle   de  France “ ,  coronada por la Catedral de  Nôtre  Dame,  bañada  por las navegables aguas del Sena.¡ Siempre la admiraba con el mismo entusiasmo!.


La catedral reconstruida alrededor del mil ciento sesenta y tres a partir de la” Puerta de Santa Ana”,   perteneciente a la última basílica de estilo románico allí emplazada y denominada de  Saint  Étienne; que a su vez, se asentaba sobre antiguos vestigios celtas y  romanos,  estos últimos   dedicaron  el templo  al dios  Júpiter .
Tus palabras resonaron en mis oídos« que apasionante¡ como me hubiera gustado vivir en aquella época!»—Me miraste con una sonrisa cerrando los ojos fuertemente, como si pudiera ser posible—.


  Siguiendo  mí   peregrinar  la fui  bordeando, recreándome   en  las  cuatro  majestuosas  puertas de la catedral;   “  Puerta   Norte”, “ Puerta de la Virgen”,   “ Puerta  Central, con escenas del  Juicio  Final   y la Puerta Sur denominada  de” Santa Ana”.

Su   grandeza   me   incitaba   a alzar mis ojos  a las imponentes  torres,  que con sus   sesenta y nueve metros  se instalaban entre las nubes y  me provocaban un ligero mareo al  contemplarlas.

La puerta   de   “ Santa   Ana” representa  algo más para mí, un dulce recuerdo de mi querida  abuela,” Ana”.
 Este día amaneció   fresco, obligándome  a pasear  bien abrigada, me apoyé en el   pretil  del rio   Sena observando en sus tranquilas aguas los bateaux  saturados  de turistas, aprovechando el momento, lo inmortalicé con mi cámara de fotos;  las olas  se arremolinaban a su paso, enviando una fina lluvia  que llegó hasta mí.

Recobre   mí   estabilidad   y  decidí continuar mi plan,   ojeé el mapa   y paseando  me   acerqué, al” Museo D´orsay ” jaula dorada de cuadros impresionistas, herencia de grandes pintores ,Renoir, Paul  Zezanne, Monet, Degas ...
El reloj  sonó  elegante en la catedral  y  me recordó que era mediodía , me asomé a la puerta del restaurante del museo  y a pesar de estar lleno, divisé una mesa  en una esquina al lado de una  ventana, no era nuestra mesa, con rapidez     atravesé  el   local, dejé mis pertenencias sobre la mesa y  me senté;  necesitaba descansar y retomar fuerzas. En realidad tuve  una  gran suerte,  desde allí podía  divisar parte de los famosos y  románticos “ tejados parisinos”.
Comí lentamente, saboreando la comida y  el ambiente de la gente en las mesas cercanas. De  postre tomé una   macedonia  de  frutas, que no tenían nada de naturales,¡ al menos estaban dulces!. Así   que  me conformé.

Mi siguiente  etapa  me conducía  a   Montmartre ,” ver el “Sacre Coeur” y perderme  por sus callejuelas saturadas de arte, colorido, de sonidos pausados  y musicales de la lengua francesa; el retrato a carboncillo  me obligó a permanecer durante unos minutos allí  sentada, envolviendo mi mente entre olores  de dulces, chocolates, perfumes de los paseantes,  realicé  algunas   fotos, a este lugar tan  bohemio y  pintoresco.

De nuevo el reloj me despertaba de mi   ensoñación,   tenía que volver   a   la estación,   bajé   al metro y  llegué  al tren  que aún permanecía parado en el andén,  subí a mi compartimento, comí una manzana y unas galletas que llevaba en la bandolera y  bajé   a comprar  una botella de agua, el tren  tardaría media hora en partir.
  Acomodada   ya   en  el paloma azul,   revisé   las   fotos   y marqué con rotulador en el plano el recorrido visitado en el día
 El   tren…   chac…  chac…   empezó  a   moverse,  me   alejaba de París,  y  ya me invadía la nostalgia perdía tu presencia y París se alejaba, llegaría a Hendaya  sobre las ocho de la mañana,  esta vez  sí dormiría estaba cansada.
¡Mi    espléndido   día en París   había    llegado a su fin...!   


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